Ensayando a Kundera



He conocido a muchos monstruos y muchas caras del amor y lo que en este instante detona es precisamente la acción de uno de ellos. La esperanza que todos tenemos: creer en el amor. Y que alguien sin ningún derecho te lo arrebate de golpe y te haga caer en la penumbra, en un portal donde ya no exista esa palabra. No es que no tenga nombre. Al contrario, tiene tantos. Y no descansa ese ayer que te recuerda que tan pesado puede ser tener fe y que tan liviano al mismo tiempo dejar de creer en todo.


“Nunca seremos capaces de establecer con seguridad en qué medida nuestras relaciones con los demás son producto de nuestros sentimientos, de nuestro amor, de nuestro desamor, bondad o maldad, y hasta qué punto son el resultado de la relación de fuerzas existente entre ellos y nosotros” siempre me he cuestionado lo mismo, palabras más palabras menos. Y si, es de Milán Kundera, creo que ni es necesario decir en que libro pero los ortodoxos me llamarán indisciplinada. La Insoportable Levedad del Ser. 

¿Qué es lo que me hace amarte? ¿Qué es lo que nos hace amarnos? ¿Por qué existe siempre esa lucha de poderes que se empecina en arrebatarnos el propio aliento y dejarte desgastada…y dejarte desgastado?
¿Cuántas caras debe y tiene el amor? ¿En qué momento se presenta sin que te des cuenta?
Y sobre todo ¿en qué instante tu memoria lo va sacando de esa esfera que habías construido? ¿Y en qué instante ese pasado te rebasa y como un organismo vivo toma forma sin control y vuelve a repetirse la misma historia?


Damos vueltas, eres un círculo.


Siempre viviendo con ese miedo, siempre dependiendo de todo y de nada, siempre con las cargas pesadas, y cuando quieres deshacerte surge la insoportable ligereza de la causa.
Y te cuesta trabajo. Y buscas entender por todos los medios y con todos los miedos. Y lo sabes. Sabes que el amor tiene muchos nombres, que las emociones aún más y que el miedo solo ese. Uno.

Vamos caminando y vas mutando, se desprende de ti una capa de vez en tanto. Y al final puede que no te reconozcas, pero sigues estando ahí. Vas desprendiéndote de todo lo que sobra y a veces solito se cae. Y te aligeras, y sientes que vuelas. Y nada importa.


Por eso Milán Kundera lo explicaba tan bien, un hombre que habló en la distancia de espacio y tiempo de pesos y ligerezas de puentes y de amores perdidos en la vacuidad de los pasados y futuros.
Y al fin de cuentas ¿qué seguimos queriendo?
Queremos el peso del amor. Siempre. Esa mano que agarra el hombro, que se recarga, y también recargarnos y pesarle a alguien. Quiero la mano que estruja mi cara, y los sabores que a veces saben y a veces no. Y una orgía de olores tan ligeros como el viento.
El peso del amor cuánto cuesta cargarlo… la levedad de su ausencia más.

 


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