Fue en ese bar...
Y fue en ese bar.
Somos los juglares Miramonte y nos encanta versar, es momento de contar esta historia que los va a enamorar.
No podemos meter títulos nobiliarios así porque si, digamos que eran dos aldeanos que se conocieron una noche en la taberna del Tío Pitt.
Llegaron sin mayor pretensión que la de encontrar
un buen beso robado en algún rincón de ese ancho bar.
Dijimos digamos, pero la realidad aunque no lo parezca es que él era un principe de la mesa del billar y ella una linda princesa de altamar.
Las apuestas no se hicieron esperar y ella con sus amigas doncellas esa noche abandonaron la mar
y decidieron ir a buscar un poco de suerte en aquella cantina en ese oscuro lugar.
De lúgubre parecía tener todo, dije parecía...porque la realidad es que era la taberna más cotizada del momento y de todo el reinado MonteAlban.
Las cortesanas le dijeron a la princesa Mireya que ahi solo podía encontrar diversión y jamás al verdadero amor. Dijeron.
Ella con sus ojos grandes negros y titilantes, simplemente expresó: --¡Perfecto, eso es lo que quiero!--
Los juglares recitaron: "Vaya princesa moderna, no sabía que pronto lo que venía la atraparía por encima de su palabralería".
Mireya, peinaba y peinaba la trenza que de lado enmarcaba su rostro, acomodaba de una oreja a otra la rosa que acompañaba su linda caballera. Ajustaba su ropaje, y planchaba de nervios las enaguas que escondía su figura digna de una diosa serena.
Contaron los juglares del lugar, que solo bastó dos minutos en el andar del reloj principal para que apareciera gallardo y con compustura el hombre que la hiciera volar.
Ella no reparó que Antonio llevaba mas tiempo observándola que ella mordiéndose los labios hacía dos horas ya.
Y todo pasó. Fue ahi donde la flechó. No hubo me concedes esta pieza, no hubo el yo te he visto por aqui, ni tampoco te he confuindido con otra, ni siquiera algo que se le pareciera como pretexto. Simplemente la luna se detuvo con ojos de plato, el cantinero dejo caer el tarro, las mujeres miraron atónitas el cuadro, Mireya no lo pudo concebir en un rato, El principe se acercó sin vacilar un tanto y sus ojos color café se clavaron en los negros de ella, la tomó por la cintura y le dijo lo que ella había estado esperando con ansiedad y locura.
"No te pido que te cases conmigo te imploro pases el resto de tu vida a mi lado, porque no pienso separarme nunca mas de lo profundo de tu mirar, no se como te llamas, no me interesa como te digan, solo quiero caminar contigo en la noche y en el día por el resto de lo que nos quede de vida".
Cuentan los juglares, que ellos iban por una noche de diversión. Cuentan las doncellas con envidia que solo fue flechazo de ocasión. Lo que ambos sabían en su corazón, es que habían encontrado al verdadero amor.
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